11 marzo 2007

D. Quijote Protector perpetuo de las costas de Gadira. Segunda parte.

D. Quijote y su escudero Sancho recorren la posta desde Algeciras a Cádiz.
El mayor velero del mundo.




¡Sancho…! ¡Escudero! ¡Dios bendito que oscuridad!. ¡Sancho…! socórreme, estoy ciego.
-Que desea vuestra merced, a tan altas horas de la noche. –contestó Sancho Panza-
Por fin rompe el silencio. ¡Pero no puedo verte! ¡Ah! triste de mi. ¡Que desgracia Sancho…! ¡No veo…!, ¡no veo nada!
-Disculpe vuestra merced, yo tampoco veo nada; presto enciendo el farol de los aposentos y tendrán visión vuestros ojos y los míos.
-¡Vive Dios Sancho!, ¿como osáis decir que tenéis un farol que devuelve la vista a los ciegos? ¿Acaso queréis decirme que sois brujo?. Libraos presto del hechizo, no sea que te pasen por la hoguera.
-¡Ay! –se quejó Sancho al recibir un coscorrón con la pared pues la oscuridad era total.
-¡Quien va…! -Gritó el Caballero andante al oír el quejido de Sancho, pensó
que su escudero fue inferido con palo o daga por enemigo agazapado. ¡Contestad canalla, quien quiera que seáis!. ¿Tenéis miedo a un ciego? ¡razón tenéis! porque sabéis que aun ciego, os daré muerte. Así iba de un lado hacia otro tropezando con todo y afanado por encontrar al enemigo. Deambulaba por la habitación como un sonámbulo buscando a tientos su armadura. ¡No huid bribón os costará cara la sangre de mi escudero. ¡El hedor te delata, apestas a zahúrda. ¡Oh Dios! ¿He de quitarle la vida con mi espada a este mugriento bellaco?, comprenderme mi Señor; ¿no voy a quitar la vida a quien arrebató la suya a mi escudero?. ¡Daos por preso!, al fin te cogí. Rezar si sabéis y pedid perdón a Dios antes que os atraviese mi espada. –El caballero de la triste figura dio tantas vueltas por el dormitorio que atrapó a Sancho Panza-
-¡Soy Sancho señor!, me estáis pinchando la tripa tenga piedad vuestra merced. Mi señor no está ciego, ha tenido pesadillas. Solo que al despertaros la oscuridad os ha confundido, y motivado tan fatal desenlace.
¡Sancho!. Mi fiel escudero, ¿como habéis permanecido silencioso durante la trifulca?, os habría reconocido por la voz.

-No quise interrumpiros cuando os encomendabais a doña Dulcinea del Toboso. -Aguarde vuestra merced que justo estoy en la ventana que voz cerrasteis con cerrojos y una tranca, al menos la luz de las estrellas ayudaran a situarme y podré prender los hachones y habrá luz en los aposentos.
-Te concedo la gracia, empero no olvidéis Sancho que sois mi escudero y no hay mas armas que las mías, ¡aún ciego!. Las hachas envilecen al caballero; no existe otra misión para ellas, que herir a los troncos, y descuartizar a las bestias. Bástale al Caballero su espada y al escudero, el mantenerla presta para el combate.
-Mi señor don Alonso disculpe vuestra merced, no hablo de hacha de guerra sino de hachón, (“tea”) para alumbrar. -Desesperado Sancho Panza aparta la espada de su bajo vientre y a tientas recorre el aposento accidentadamente, tropezones brincos y alguna que otra caída, hasta dar al fin con la ventana. ¡Vive Dios! grita jubiloso Sancho. El escurridizo escudero correoso y hábil, abre la recia ventana a la vez que un haz de penumbra deja ver las estrellas. La voz del sereno y su campana… ¡Las tres y sereno…!
-Acérquese vuestra merced, mire mi señor las estrellas, la linterna marítima de Cádiz, ¡Que hermosura!
-¿Te mofas de tu señor? ¡Mugriento bellaco! ¡Cierra la ventana que me hielo de frió! ¿A caso crees que doy por valido cuanto me habéis contado? ¡Dad por perdida la ínsula miserable!
Abusar de un Caballero “ciego”, os puede costar la vida.
¿Puede por ventura generosidad oír las palabras de este desgraciado por si pudiera defenderme de tan gran afrenta?
-Habla bribón, que paciente escucho-
-¿Podría su generosa caballerosidad decirme que es aquello que arde sin consumirse, allá a su frente?
-¡Oh tu también estás ciego! -Contestó apesadumbrado el Caballero de la triste figura-. (No atinaba a comprender que la linterna pudiera verla Sancho Panza, sino solo él, que creía que estaba ciego y salvo otro ciego, era totalmente imposible ver el faro) ¡Mi buen escudero ciego…! -De pronto inca su rodilla diestra en el suelo, abatido sin consuelo, apoyando su codo en la pierna y su mano en su “alborotada cabeza” después de varios gemidos emprende una plegaria a su amada. ¡Perdonadme señora mía Dulcinea!. Creo que después de tanta aventura, presto estoy a morir de desconsuelo. He quedado ciego mientras soñaba que luchaba contra una pandilla de bribones que a bordo de un gigantesco velero de color negro conspiraban contra las propiedades del Rey mi señor para apoderarse con mentiras y monstruos submarinos. Fabricados por él para arrebatarles los tesoros que yacen en galeones de su Majestad Católica y duermen en las tinieblas del profundo mar.
Había multitudes en el gigante con velas empero uno en particular, con atuendos de caballero de pellejo hacia fuera, sin titulo y baja estirpe, se quiere convertir en salvador de las riquezas… Amada Dulcinea, cuando verdaderamente es un bribón ignorante que ha hecho mercaderías fraudulentas y otras corrupciones. Cuando me disponía a prenderlo, a punto estuve de atravesarlo con mi espada, me lanzaron vino a los ojos y perdí la visión. ¡Ah que desdichado soy, mi señora Dulcinea!, pensaba terminar con esa banda de bandoleros que con firmas de desleales a su Majestad, venden el “Mar océano” para aumentar sus fortunas personales. Don Quijote no cesó su melancólica retórica hasta el alba. Al ver la claridad, gritó ¡Sancho, veo!. Mis plegarias han sido oídas, ¡Veo! ¡Veo!. Ve presto por los legajos de la ciudad, (Diario de Cádiz) y pongámoslo al descubierto, lo apresaremos y lo entregaremos al Tribunal del Santo Oficio para que sea pasado por la hoguera antes que se apodere de un solo maravedí de Su Majestad.
- Que así sea mi señor –repuso Sancho Panza, jubiloso por haberse librado de la espada de su señor.
Jesús Borrego López.

4 comentarios:

Fernando Alvarez Junco dijo...

Sé cual es el lugar de la Mancha del Quijote, puedo demostrarlo de forma matemática (Cervantes da dos veces el eje de coordenadas en el texto de su libro), se trata pues de la única y verdadera aldea de Sancho. He escrito un libro, “Escrito con la zurda”, donde se esconden las claves necesarias para descubrir el verdadero y único lugar de la Mancha al que se refería Cervantes con su “de cuyo nombre no quiero acordarme” o “que no le saldrá en la vida” del romance “El Amante apaleado“, mediante cuatro sistemas: hieroglíficos, anagramas, profecías y lógica de la orientación con respecto a Puerto Lapice deducida del texto quijotil. Esto es sólo una parte, pues también la identidad de Avellaneda queda descubierta, y, lo que es más importante, un método para desentrañar frases ocultas de Cervantes en algunos párrafos de sus obras. Comprendo que lo dicho puede resultar extraño e increíble pero es absolutamente cierto y demostrable. El descubrimiento de estos enigmas me ha llevado tres años de trabajos y a escribir este mi primer y único libro que esconde un autentico tesoro literario: la existencia de formas ocultas en la obra de Cervantes, especialmente en el Quijote, algo que ha permanecido oculto durante 400 años y que ahora sale a luz. Quisiera ser tomado en serio y no es mi propósito tomar el pelo a nadie ni exponer teorías fantasiosas, repito que todo lo dicho es matemáticamente demostrable, y que de la lectura del libro se puede llegar a conocer el nombre de la aldea del Quijote, un pueblo nunca antes mencionado ni como sospechoso. Con todo, el libro oculta nuevamente dicho nombre, dejando que sea el lector avizor el que destape tal misterio si sigue las indicaciones y tiene un buen mapa de la zona o es conocedor de la Mancha. La identidad de Avellaneda, basada en la hipótesis de J. L. Pérez López, queda plenamente confirmada mediante la utilización del método descrito en el libro, aquí no se oculta nada, se dice clara y abiertamente quienes están implicados en el apócrifo y por qué. Todo esto puede sonar a vieja cantinela de los misterios de Cervantes y la cantidad de orates que ha generado, como Benjumea, Estrada, Atanasio Rivero y otros, de ellos también se habla en el libro, pero lo sorprendente es que en este caso se trata de un estudio serio y riguroso, presentado en forma de novela, con pruebas concluyentes que muestran la existencia de esas formas difíciles correspondientes al mejor manierismo literario y muy de moda en la época de Cervantes, que se sirvió de ellas para plantear adivinanzas sobre el lugar y Avellaneda. Sólo pido algo de credibilidad y también paciencia para leerse el libro. Si se está interesado en más información contactar conmigo en fajunco@.hotmail.com

Jesus Borrego Lopez dijo...

Servidor,estimado Fernando Alvarado.aunque un poco tarde,'cuanto expones en tu comentario es muy interesante. D.Miguel de Cervantes creo yo, escribió el Quijote para acabar con los libros de caballería, había mucho caballero andante.Yo hago un cuento satírico recurriendo a los personajes del admirado Cervantes,para censurar a los nuevos "Amadis de Gaula" de la Administración del Patrimonio en Cádiz. Suerte. Jesús Borrego.

Jesus Borrego Lopez dijo...

Servidor,estimado Fernando Alvarado.aunque un poco tarde,'cuanto expones en tu comentario es muy interesante. D.Miguel de Cervantes creo yo, escribió el Quijote para acabar con los libros de caballería, había mucho caballero andante.Yo hago un cuento satírico recurriendo a los personajes del admirado Cervantes,para censurar a los nuevos "Amadis de Gaula" de la Administración del Patrimonio en Cádiz. Suerte. Jesús Borrego.

Fernando Alvarez Junco dijo...

Estimado Jesus Borrego, gracias por ser tan amable con mi poco oportuno comentario de hace una año, fruto de mi desesperación por aquellos tiempos.
Un saludo y suerte
Fernando Alvarez