07 mayo 2006


Don Quijote en la Caleta

El perpetuo protector de las costas de Gadira, hace una incursión junto con su escudero Sancho por los aledaños de la Caleta.

D. Quijote en su celo de caballero de su Majestad de las Españas, D. Felipe II, escudriña la Caleta tras una visión nocturna. Gritaba D. Alonso Quijano con gemidos guturales e indecibles.
Las tres de la madrugada, mientras el caballero D. Quijote daba voces llamando a su escudero, Sancho dormía inquieto después de una opulenta cena que terminó al filo de la media noche, precisamente soñaba con tan ricos manjares.

¡Sancho! ¡Sancho! ¡Luz, quiero luz! enciende las lucernas y hachones de palacio, que no veo, creo que la visión me ha segado.
- Disculpe vuestra merced, -repuso su escudero lanzado en plancha hacia su señor. ¿Qué os pasa mi señor ¿tanto daño os ha hecho los peces y la gran mariscada?
- ¡Que peces ni que bobadas comilón! Ensilla mi caballo y cíñeme mis armaduras, que la “Providencia” me encomienda una arriesgada misión para defender los intereses del Rey nuestro señor…
- Heme aquí D. Alonso; tenga paciencia vuestra merced con mis torpes pasos pues aún no he digerido tantos alacranes, serpientes y otros monstruos, que según sus santidades podíamos ingerir con tranquilidad, que no habrían de producir ningún retorsión en la tripa, en cambio padezco fuerte jaqueca; así como los caldos blancos apetitosos en apariencias y tan distinto a los tintos de castilla han convertido mi cabeza en una calabaza hueca, entorpeciendo con ello mis pasos.
-Te advertí prudencia en la cena, no fuera cosa que nos quisieran envenenar. Fray Juan, tras comprobar que mi espada iba dirigida a la olla donde estaban esos inmundos seres, me advirtió que no eran escorpiones ni serpientes, sino otra especie muy estimada de Gadir, llamadas cigalas, cangrejos y anguilas; aún así, comí pan y tomé agua…
Don Alonso, lucia armadura y bruñido yelmo y partiendo desde el castillo de D. Julián, comentó con su escudero sorprendido a la altura del Colegio Mirandilla, ¡Sancho Vive Dios!, ¿ves lo que yo…¡Mira aquel dragón en poniente vomitando fuego! ¡Galopemos hacia él…!
- ¡Mi señor!, no es ningún dragón, es el faro del Castillo de San Sebastián, por Dios no os confundáis.
La voz del sufrido Sancho no pudo ser oída por D. Alonso, que se perdía por el Campo del sur dirección al faro.
Tres cuartos de hora esperó el hidalgo andante a su escudero junto al monumento a Paco Alba, sin quitar la vista del faro, ni del Antiguo “Balneario de la Palma” que por su forma de herradura le pareció la pisada de “Pegaso” que lidiaba contra el dragón, (el faro).A poco aparece su escudero Sancho quien al verlo vivo, sufrió un ataque de risa y llanto a la vez exclamando ¡Bendita la Providencia, mi señor vive…!
¡Que providencia ni que tonterías; poco más, amanece y no doy muerte al dragón.
-Pero mi señor D. Alonso, ¿aún aquí, no os habéis percatado que lo que vos llamáis dragón es un faro?
-¿Un faro?, entonces sígueme hasta la pisada de “Pegaso” presagio que es un castillo, lleno de bribones que celebran alguna orgía, tras la captura de botín usurpado al Rey…
- Mi señor tengo entendido que son hombres de ciencia que salvaguardan los intereses de la Corona.
-Entonces con más vera todavía. ¿Quien guarda al guarda? Acaso he de pedir licencia para arremeter contra aquellos que emplean la nocturnidad; las noches son para dormirla ¿No hay pestillos y trancas en las puertas del palacete?

-Deben de haberlas.
-Entonces, ¡adelante…! Arre rocinante, prendamos a aquellos bribones no sea cosa que llenen talegas y alforjas y no dejen un solo ducado, o real de vellón… ¡Daos por preso bellacos!, -gritaba mientras galopaba en dirección al Centro Subacuático de Cultura de la Junta… Su escudero Sancho Panza, andaba en el mismo sentido; lento con bostezos, pedos y quejidos…
Jesús Borrego López
Seguirá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy original, sencillamente divertido, lo he leido con ganas hasta el final.